Mercedes Brugarolas
Cuando pienso en las vacaciones siempre recuerdo esa sensación del tiempo suspendido que solo se siente cuando se es niño. Las horas se estiran y desaparecen en días calurosos en los que se pueden hacer todas las cosas del mundo sin prisa, como observar a las hormigas, hurgar en agujeros, buscar nidos o hacer cabañas en los árboles, aunque dos días más tarde la pandilla rival, implacable, te lo tire abajo con nocturnidad.
Las vacaciones escolares están a la vuelta de la esquina. En playa, montaña, pueblo o ciudad, esas 24 horas llenas de posibilidades son las mismas para todo el mundo y se tenga la edad que se tenga no se debería descuidar el lado lúdico de la vida, que en el caso de los niños toma forma de juego, su manera natural de relacionarse y descubrir el mundo. Pero, ¿qué ocurre con los más mayorcitos? Cualquier actividad que preparemos debería tener ese componente divertido y creativo tan deseable para todos, y más después de un curso lleno de actividades programadas.
Correr aventuras al aire libre, quedar con los amigos, afianzar hábitos de lectura, acercarse a una nueva afición… se nos ocurren mil y una opciones que pueden tener cabida en las jornadas estivales, pero tampoco está mal tener un as en la manga para esos ratos de sano aburrimiento, muy adecuados para que la creatividad se dispare siempre y cuando consigamos mantenerlos alejados de la tableta o el ordenador.
Y aquí es dónde te podemos dar algunas sugerencias. Hoy no va solo de lectura (aunque eso no lo vamos a descuidar, pero le dedicaremos otro momento). Hoy va de esos cuadernos que, por fortuna, nada tienen que ver con los deberes veraniegos, de cajitas con juegos, de enigmas por resolver… en fin, formatos que estimulan y divierten, que los puedes utilizar en cualquier momento porque entretienen y despiertan la curiosidad. Y es que los niños siempre están aprendiendo, pero después de un larrrrrrgo curso hay que inventar nuevas maneras. Ahí van algunas ideas, para pequeños y mayores.