“Hay quienes sólo se ponen a escribir cuando tienen todo el libro en la cabeza. Yo no. Voy siguiéndome y no sé en qué va a acabar. Después voy descubriendo lo que quería”.
Lo dijo Clarice Lispector y bien podría ser un manifiesto de toda esa literatura que se escribe más desde los medios que para los fines, desde la indagación, la que es a la vez mapa y territorio, la que encuentra por el camino el lenguaje necesario para decirse.
Lispector, nacida ucraniana y devenida brasileña, cumpliría mañana cien años de haber seguido tan viva como su obra.
Una obra llena de misterio: el de lo inacabado, lo fragmentario, el de la intimidad confesional de una mujer que hacia afuera se convirtió casi en un icono cuyo prestigio y popularidad eran solo una capa de una existencia compleja.
“Su escritura revelaba cómo cada día era una carga, un desacuerdo con la realidad. Mientras, ante la banalidad humana, su lenguaje supo capturar espléndidamente una veta de ilusión”, ha escrito su íntima amiga, la escritora Nélida Piñon.
Una escritora capaz de convertir en parte integral de su obra los artículos alimenticios que escribía para un periódico brasileño. Alguien que no tecleó una palabra en vano.
No se nos ocurre mejor momento que su centenario para presentarte aquí los libros internacionales de este año que situamos en esa esfera literaria, la de los buscadores de tesoros.
De algunos te hemos hablado recientemente: las huellas del tiempo sobre las ruinas del arquitecto Roberto Peregalli, el juego con la muerte y la tradición literaria francesa de Mathias Enard, la reconstrucción de la memoria contemporánea de Centroeuropa de Attila Bartis, la evocación de una madre de Annie Ernaux o la rabia urgente y sensible de Ali Smith.
Hay, nos damos cuenta ahora, una fuerte presencia de la fotografía, de cierta luz capaz de ofrecer a la vez un registro y un símbolo. Un misterio.
A este grupo de libros favoritos del año lo hemos llamado Orfebrería internacional.