Por Mercedes Brugarolas
Dormir… quién quiere dormir, con la de cosas que hay alrededor que necesitan de nuestra atención, que despiertan nuestra curiosidad y despejan nuestra mente. Esto parecen sentir la mayoría de nuestros peques. Dormir es una aspiración de los adultos y una tortura para los niños, que viven el presente y no entienden que necesitamos acunarnos en los reparadores brazos de Morfeo, con el fin de dar descanso al cuerpo y a la mente y estar preparados para afrontar el día que empieza.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja que los niños pequeños duerman más de 12 horas diarias de manera ininterrumpida, con todas las etapas del sueño completas, horas que van disminuyendo según estos van creciendo. Esta rutina nocturna es necesaria para el metabolismo, el rendimiento, la creatividad, la memoria…y una manera estupenda de entrar en ella es leyendo un rato antes de dormir.
Así pues, con el pijama puesto, dientes lavados y arropadito en la cama, llega la hora del cuento. Leerles por la noche hace que se sientan felices, les encanta oír tu voz y saber que comparten ese momento especial contigo para escuchar relatos como Cuentos de Mamá Osa, de Kitty Crowther, historias narradas entre susurros con las que el niño se irá relajando. Este universo onírico también se recrea en los Versos para ir a dormir, de Carlos Reviejo, donde duendes, animales y naturaleza cobran vida con las ilustraciones de Miren Asiaín Lora, o ¿Qué soñarán las camas?, también en verso, donde el texto de Mar Benegas y la ilustración de Ester García dan lugar a poemas muy divertidos.
Cuéntame un poquito más…
Al leerles todas las noches, los más pequeños empezarán pronto su relación con la lectura y aprenderán a escuchar y prestar atención con libros como ¡Qué sueño!, de Anne Crahay, un cuento de pequeño formato que esconde secretos en sus solapas, o Cuando el sol despierta, de Stéphane Servant y Emmanuelle Houdart, con un formato en cartoné donde se alterna el día y la noche y todo lo que sucede alrededor. Y a los más mayores podemos leerles historias algo más largas, (pero poco), como Cuentos cortos para irse a dormir, de Enid Blyton, cuentos de aire tradicional, escritos entre 1920 y 1960, con los que disfrutarán los fans de la autora británica y donde elfos, trasgos, hadas y duendes poblaran sus sueños después.

Todo parece fluir bien, pero quizás el niño objeto de nuestras atenciones resulta que es del modelo “niño incansable que no quiere perderse nada”. Les cuesta un poco más decidirse a dormir, como nos cuenta Buenas noches, Luna, de Margaret Wise Brown, un clásico que no podía faltar aquí y en el que vemos a pequeño conejo despedirse de todos los objetos de su habitación con el fin de prolongar ese momento, o Mi elefante no quiere irse a la cama, de Cee Neudert, un ejemplo de las geniales excusas que pueden llegar a inventar los niños para posponer el momento de ir a la cama, pero claro, lavar los dientes a un elefante o acompañarlo al baño no es cualquier cosa. En cambio, No puedo dormir, de Gracia Iglesias y Ximo Abadía, propone contar ovejas hasta caer rendidos, pero, ¿qué pasará al llegar al 10? Juegos narrativos y poesía visual y escrita que resultarán ideales para estos ratos.
Quién dijo miedo…
Y los miedos… ¡ay los miedos! Con la lectura de cuentos antes de ir a dormir podemos conseguir que se relajen a la vez que se identifican con las emociones de los personajes que pasan por cosas parecidas, conocer el desenlace y tener argumentos para afrontar sus propios miedos, lo cual siempre es una ayuda porque recetas no hay ya que cada niño es un mundo. En Mamá quiero dormir en tu cama, de Harriet Ziefert se aborda la difícil etapa de dormir solo en su habitación, y en ¿No duermes, osito? de Martin Waddell, se trata el tema del miedo en un cuento tierno, de cálidas ilustraciones, que se ha convertido en un clásico para conservar. También se puede pasar miedo en compañía, sobre todo si emprenden la primera aventura de ir a dormir a casa de algún amigo. En Bromas en la oscuridad, de Daniela Kulot, después de los juegos, la cena y una divertida batalla de almohadas llega el momento de dormir…

Otra manera de caer en brazos del sueño reparador es recrear los hábitos a través de situaciones similares, ahora en papel, como en Un besito y a dormir, de Patricia Geis, donde los más pequeños podrán acostar a los personajes troquelados en sus camitas y acompañarlos mientras realizan los preparativos, o El cuento de la noche, de L. Gillot y P. Thormine, una narración encadenada en la que una serie de animalitos de diferentes hábitats disfrutan de la llegada de la noche y del ritual de acostarse. El libro incluye adhesivos fosforescentes para decorar la habitación con un cielo estrellado. En cambio, en ¡Quiero dormir!, de Kris Di Giacomo y Michäel Escoffier, es a César al que no dejan dormir, por culpa de unos molestos ruidos. Un final inesperado y desternillante nos hará reír o ¡dormir! en un álbum repleto de caricaturescas ilustraciones.
Como vemos, leer cuentos a los niños (no solo a los pequeños) es más que una actividad placentera. Las historias llenas de aventuras y personajes con los que se identifican despertarán su curiosidad por nuevos relatos y así, es fácil que acabemos fomentando en ellos el amor por los libros.
Los cuentos para dormir
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