Por Antonio Marcos
En esta librería se ha recomendado mucho Los asquerosos –y dónde no–, aunque a Santiago Lorenzo le leemos con fervor desde la edición primigenia de Los millones. De él ya sabemos todo lo que hay que saber: que nació en Portugalete, que hizo cine y que vive en un pueblo de Segovia. La idea de este juguetón y necesariamente no completista diccionario es meternos en su universo literario desde dentro, encontrar conexiones y temas recurrentes en sus novelas y disfrutarlas de nuevo en su relectura.
Viéndolas juntas se pueden apuntar algunas claves de su éxito. Son historias con puntos de partida que te caes de culo, se desarrollan con un esquema sencillo de planteamiento-nudo-desenlace y siempre están pasando cosas. Practica esa idea muy de guión de cine –las dos primeras venían de ahí– con un personaje enfrentado a un obstáculo para conseguir algo le supera y que se transforma por el camino. Protagonistas que dan grimilla pero a los que les coges cariño, inmersos en una pobreza vital y pecuniaria muy de esta España mía, esta España nuestra. Finales agridulces, porque no puede ser de otra manera. (Por cierto, este artículo contiene algún spoiler, pocos, casi inapreciables).
Todo eso está tejido desde la voluntad de estilo: si disparas contra la mochufa y el bastardeo del lenguaje no puedes hacerlo sino desde un escribir distinto. Él toca teclas del idioma que todos debemos de tener sepultadas en alguna parte porque su sonido añejo parece recién pintado. Releerlas con el ojo puesto en la manera de contar sirve para apreciar más lo subversivo de su humor y la magnitud de la tragedia. Y para regodearte con tanto hallazgo verbal y tanta frase brillante. Un saludo a los traductores a otros idiomas: vais a sudar tinta.
Dramatis personae
Para no andar repitiendo el nombre de cada libro en cada entrada, aquí va un rápido quién es quién.
A Francisco, terrorista del GRAPO, le toca la Primitiva pero no puede cobrar el premio porque no tiene DNI. Conoce a Primi, una periodista que anda a la caza del afortunado. Los millones.
Los hermanos Susmozas heredan el teatro Pigalle de su difunto y nada querido padre. Deben reunir un montón de pasta para salvarlo del embargo y se ponen a montar una obra sin tener ni idea de teatro. Odiando el teatro. Los huerfanitos.
Benito, un químico que ha inventado una poderosa sustancia pero no consigue rentabilizarla, no es feliz porque es feo, se siente feo y lleva tres años sin conocer mujer. Las ganas.
Manuel tiene que huir de Madrid después de apuñalar con un destornillador a un antidisturbios. Se refugia en un pueblo abandonado donde vive en la miseria material y en la riqueza temporal hasta que llegan unos odiosos vecinos que alteran su nueva vida. Los asquerosos.
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Diccionario Santiago Lorenzo
Asquerosidad: 1. Para los Susmozas, el teatro. 2. Cualidad de los asquerosos. Véase Mochufa.
Asquito: Sensación predominante en casa de Benito: “Ese repelús por lo viejo, por lo usado, por lo manoseado y por lo diríase que chupado. Es el efecto sobre los sentidos del sedimento lamigoso producido por los años”.
Bares: Los millones y Las ganas son novelas pródigas en bares. Se dedican incluso sendos anexos para precisar su ubicación exacta o imaginaria y su situación presente. El CoyFer, en La Ventilla, es la torre de vigilancia de Francisco para sus contactos con el GRAPO. Por mencionar algunos: Tembleque, Reno, Alegrías, Puente Viesgo, Cantabria, El Tres (“el bar de los bocadillos para chivos de la mili”), René, Savannah, Faro de Vigo, El Tapas de Cine. Aroma a bar español: “Un aroma que ni cambia ni remite”. Cosas que hay en los bares: café con leche en vaso de caña, póster del perro disfrazado de camarero con gafas de Blues Brothers, Garrota Contra Morosos, bote de propina de Canada Dry. Véase Madrid.
Bobalán: Comentario de paso que se produce en un bar para entablar conversación intrascendente: “trabajas menos que el muñequito rojo del semáforo”, “ponme la penúltima”, “el agua para las ranas”. Se usan muchos nombres para esta práctica, por ejemplo, chorranganada.
Botánica: “Arboles, arbustos, hierba de esa amarilla, hierba de esa de la otra”. Ese es todo el conocimiento de la naturaleza que tenía Manuel antes de asentarse en Zarzahuriel.
Brigada Guajardo. Grupo de fieles al finado dueño del Pigalle, gente de oficio jubilada, artesanos del teatro, los únicos que allí saben hacer la o con un canuto cuando quieren, que es pocas veces. Son conspiradores, representan el amor por las cosas bien hechas y la más absoluta falta de respeto a la autoridad no merecida. “No era una caterva de individuos, sino una verdadera cuadrilla de trabajo de arcana organicidad”.
Chupi-cojonutis: Pasarlo bien. Lenguaje que revela lo trasnochado del director al que los Susmozas encomiendan la dirección de su obra, La vida. “Esas extrañas locuciones de Franky que siempre parecían estar a punto de quedarse anticuadas, como si fueran a caer en desuso pasado mañana o al otro”.
Confesanta, La: Declaración pospuesta de un terrible problema por el que Benito no acierta a consumar carnalmente su amor por María, la mujer de su vida.
Crisis: Todas las novelas tienen protagonistas en crisis, de las personales y de las otras. Hay roña y precariedad por doquier en sus vidas, ingresos magros y vidas apagándose. Exceptuando Los millones, ambientada a finales de los ochenta, las otras coinciden además con la Gran Crisis, la Crisis del Año Ocho. Tres frases que va a definir ese período casi mejor que cualquier libro de Historia: “Desde una moto siempre se pegó un tirón a un bolso. Ahora se veían tirones a la bolsa del Mercadona”; “Las burbujas de champán trataban de tú a las burbujas inmobiliarias”; “Una tesitura incuestionablemente adversa que parecía una broma de cámara oculta en la que todo el equipo de realización se hubiera muerto al tiempo, y en la que hubiera quedado nadie para cortar y decir que todo era de coña, y que ya podía seguir cada quien con su vida normal”.
Dependencia cutánea, abandonar la: Dejar de lavarse sin por ello estar elocuente de sobaco.
Deporte, hacer el: “Oculto meneo sobre las casillas de Madrid, para no levantar sospechas”. Francisco abandona, medroso, su clandestinidad terrorista para pasear, que sale barato, y abandonar un rato su soledad. La gran ciudad para Francisco, el muestrario de personas y cosas que le pasmaba, la encontraba en Bravo Murillo.
Derivadas: Una forma de jugar con el lenguaje característica del estilo de Lorenzo. Palabras que toman un nuevo significado y van imponiendo una cadencia sonora y conceptual, como si cada cosa y cada quien oscilara siempre entre el exceso y la carestía, entre el pasarse y el no llegar. Por citar algunas: mueblorro, soguita de líquido, surtidito, trabajín, colmadito, medicinachas, imbeciladitas, cojonadeces, mutacioncilla, cabronetas, utilistrajos.
Des-: Prefijo aplicado en Los asquerosos para inventar palabras que reflejan los estados de liberación por los que pasa Manuel: desratonera, desencerrona, desfrustrante, desdesvalimiento, despresencia, desigual, desruido, desnecesidad. Con ellos alcanza la sucintidad.
Dinero: 3.227 pesetas, dinero que tiene ahorrado Francisco después de sus economías, que incluyen intentar coger fiebre para perder el apetito. 203 millones de pesetas, que le tocan en la Lotería Primitiva y que va a intentar cobrar hasta el final de la novela. 5 millones de pesetas le pide Benito a los de Bristol por quedarse con la patente del mocordo (véase Mocordo). 360.000 euros es la deuda que los Susmozas tienen que pagar para no perder el teatro Pigalle. Todos lo necesitan para no irse a pique, todos parecen lejos de conseguirlo.
Deudas: “Todas las deudas son con la gente. No hay gente, no hay deudas”.
España vacía: “Se habla mucho de la España despoblada, vacía, y siempre en tono doloroso por el número creciente de núcleos abandonados. Para Manuel aún había demasiado pocos de estos”.
Esperpento lexicográfico: “Palabrería desplegada a poco que venga a cuento, por parecer listo”. Lo practica, salvo cuando está muy fuera de sí, Toharia, el director de Actual Noticias, la revista en la que trabaja Primi: “Que ya os lo tengo reiterado, joder. Que para mí es contrariante que me la toquéis”. Véase Mochufa.
Familia: 1. Maldición. Los Susmozas ni siquiera llegan a tiempo para ver morir a su padre y entre los hermanos ni se hablan. Él les deja una herencia desastrosa y la obligación de avenirse para salvar el patrimonio. 2. Familia, ausencia de. Manuel fue uno de esos “niños de la llave”, los que la llevan colgada al cuello porque “por trabajo o relaciones” sus padres nunca estaban en casa. Él, tan contento: “Sus padres le daban pena. A los demás, no nos andemos con dengues, pues también bastante”, sensación sobre la que Lorenzo ya construyó su película Mamá es boba.
Figureo lírico: “Cierto es que aquí el relato se echa a volar por el figureo lírico”. El escritor rompe la cuarta pared del relato en un párrafo de musical rima interna para describir el “milagro sensorial” que obró el trabajo de iluminación escénica de la Brigada Guajardo.
Galdós, Benito Pérez: “Me gusta un huevo leer a ese. Me parece una gozada. Es el gran español. Me alegro de que no naciera en la península”, ha dicho Lorenzo en sus entrevistas.
Infantilismo: La capacidad lúdica de Susmozas padre, que no conocía límites y tenía en su teatro su gran palacio de juegos. El infantilismo, para quien se lo trabaja. “Él sabía que el tal infantilismo sólo adorna a quien se lo ha ganado a base de mucha madurez. Y, por descontado, sólo pudre a quienes lo viven de puertas afuera: pelucones de cachondeo en Navidad, lágrimas de alegría en el estadio, colas ante cualquier mamonada que se regale. Ese era para él el infantilismo peligroso”. Esto último puede funcionar como protodefinición de mochufa.
Insultos: Aquí se falta fuerte y con sustancia, se adjetiva a los sujetos con inventiva y rotundidad. Por citar algunos: caraculo, falto, ronzal, zangolotín, mamerto, mandril, pisaverdes, pelamanillas, apollardao, mandria, monicaco, aparvado, asnal, túfidos, pisacacas.
Lágrimas: Salmueras.
Jiña: Espectáculo teatral previsiblemente condenado al fracaso, según los guajardistas.
Lotería: 1. Un fin intelectual para Crispo, el menos de los Susmozas, un hombre “ganado para la estadística y para el vicio”. 2. La Primitiva, el nombre del sorteo y de la mujer que le caen a Francisco en suerte.
Madrid: “En Madrid todo lo apolíneo se ajaba en banalidades: la ópera se había diluido en zarzuela, el clavecín en organillo, la repostería en churros”. Hay en estas novelas –especialmente en Los millones– un trazo del mapa de la capital, una cartografía de los barrios de aluvión, una narrativa soterrada del urbanismo y de sus pequeños epicentros y de los cambios que sufren: tiendas, bares…
Mochufa, La: 1. Gente mochufa. El concepto central de Los asquerosos, cuyo avistamiento y contacto marca un antes y un después en la retirada vida de Manuel. Sin embargo, la idea ya había aparecido en Los huerfanitos (véase Infantilismo) y la definición con todas las letras en Las ganas: “Gorrinillos que se emocionan con las folclóricas, que lloran en el fútbol y en los telemaratones. Que votan a líderes con saleroo con cojones, valores predilectos de los lisiados de la vida que parecen necesitar que sus candidatos les roben (…) Al estamento de los del beriberi mental le llamaron la mochufa”. La panadera Yureni fue la primera mochufa oficial. En la última novela se dedican dos capítulos, más de trece páginas, a glosar a estos vertebrados de costumbres chocantes. 2. Gracietas mochufas. Chistes gastados que los asquerosos cuentan como “anticipados, especiales, inéditos, originales, únicos: las cinco vocales iniciales para su novedad vieja”. 3. Lenguaje mochufo. “Paquetillos verbales a base de fraseo prestado, botes de caca semántica consensuada que se recambia década a década, pero constituyendo siempre la seña oral del lerdo”. Esta aversión a las miasmas del lenguaje está presente en las cuatro novelas. 4. Sexo mochufo. “Daba un asco de puta madre”.
Mocordo: Patente ES-C21-63189/1997, magnífica sustancia con la que Benito soñó en pijama, en torno a cuya producción creó su empresa, Terre S.L. La sustancia se inyecta en la madera y esta vuelve a nacer. Se lo quiere comprar una compañía química de Bristol. “Una pócima de aspecto mierda pura pero que puede ayudar a salvar de la ruina a todo el arte en madera de los últimos mil años”.
Ninguneo: “El ninguneo se transfiere solo”. Una sensación que baña por completo a cada uno de los personajes de estas novelas. Desde los nombres de chirigota que les puso Ausías a sus tres hijos –Argimiro, Bartolomé y Críspulo, en orden alfabético para no liarse–, los vacíos de la cúpula del GRAPO a Francisco y el de la empresa de Bristol a Benito, hasta la superioridad armada que exhibe el antidisturbios que le habrá de cambiar la vida a Manuel cuando le dice “chavalito, callandito”. En mayor o menor medida, con mayor o menos capacidad y éxito y dejando mayor o menor margen a la comedia involuntaria, se rebelan.
Pobretón: “Un pobre que proclama lo suyo al mundo”.
Pobreza: Le podríamos llamar a todo esto Tetralogía sobre la pobreza y aquí no hubiera pasado nada. Una pobreza gris que parece venida de otra época pero que describe perfectamente la nuestra. Una caspa, una vibración constante que sintoniza de rechupete con aquella canción de las Vainica Doble que aparece en su disco El eslabón perdido y que versiona con dramatismo homenajeador La Rata de Antequera: Alas de algodón.
Porlar: El acto sexual, al que Benito ha cambiado el nombre para no hacer sangre consigo mismo.
Puntillosidad: Cualidad de quien hace las cosas con rigor y atención al detalle. Conocida es la afición de Lorenzo por el modelismo y las miniaturas, ese universo de pigmentaciones y escalas exactas. Escribiendo es igual. Manuel queda definido como el colmo de la puntillosidad: “Era el único pavo que he conocido que cuando citaba una película en un mail se tomaba la molestia de escribir el título en cursiva. De ahí en adelante, y en materia de rigores, todo para arriba”.
Sed: Lo que siente el grupo de actores Evocaciones, llegados al Pigalle desde una iniciativa social de desintoxicación etílica de Toledo. Cuando subieron al escenario unos toneles viejos como decorado, la sed se volvió síndrome, pura sensación física: “Mares de mora amiga, nervios calmados, y el calor incomparable de la intimidad con uno mismo, la más legítima de las intimidades. Para ellos no olía a vino; olía a fiera abundancia”. Santiago Lorenzo dejó el alcohol, tras darle varias vueltas al marcador, el 28 de febrero de 2005.
Soledad: Tema central. De Francisco se dice: “Por oír a alguien, habló él”. Todos sus personajes están marcados por la soledad: Francisco porque su clandestinidad le confina y le hace desconfiar de todo, y cuando verdaderamente se encuentra a gusto es cuando le meten en la cárcel por lo del GRAPO; los Susmozas se alejaron de su padre porque los abandonó durante días en el teatro cerrado cuando eran unos niños (sobrevivieron comiendo de la máquina del vestíbulo) y eso les marcó para siempre; Benito porque es feo y se siente feo; y Manuel, qué vamos a decir de Manuel, viviendo solo en Zarzahuriel, donde descubrió su vocación de solitario aunque en su vida anterior “se quedaba mirando con admiración y envidia a los corros, pelotones y congas”.
Spanish Show: Libro de Julio Manegat. Finalista del Premio Planeta 1965. Uno de los siete libros que tiene Francisco en su casa.
Termoforro: Tejido plástico de la cazadora de Francisco, cálida en invierno y fresca en verano.
Tremedal: Las ganas, propiamente dichas, de Benito. “La congoja de ir por la ciudad muerto de ganas, perplejo ante la belleza de miles de rostros y miles de miembros con los que no tendría jamás la mínima posibilidad de porlar”. Véase Porlar.
Trifásico: Bebida a base de gaseosa, ginebra y chinchón puesta de moda por los trabajadores de la subestación eléctrica de Tetuán.
Zarzahuriel: El pueblo de la Laponia española donde se refugia Manuel en su huída de Madrid.
Fotografía del autor por Cecilia Díaz Betz. Antonio Marcos en Twitter: @elantoniomarcos