¡Buenos días, corsarios!
Semana extraña esta, como de vísperas de todo. Así sin darnos cuenta vamos a enlazar la Semana Santa con el Día del Libro, todo aderezado con un aluvión de títulos que tratan de estar en los puestos que montamos los libreros en plazas y jardines.
El miércoles te enviaremos una newsletter contándote todos los planes que tenemos para estos días (hay sorpresa conspiradora), pero si ya no vas a abrir el correo hasta el Lunes de Aguas te contamos ya que abrimos un rato el Jueves Santo, día 18 (de 11 a 13.30h y de 18 a 20.30h) y el sábado 20 con el horario habitual. Viernes 19 y domingo, cerramos. Vamos con todos los libros de la semana, que son muchos y buenos.
Recuerda que puedes leer todas las novedades y libros destacados de la sección Infantil y Juvenil en nuestra LIJ Corsaria. Esta semana: Ser o no ser…
Agenda semanal
La Semana Santa hace que tengamos una de las agendas más relajadas de la temporada. Hemos tenido que suspender hasta nueva fecha el encuentro con la poeta María Monjas, así que tenemos una única actividad. Mañana, sábado 13, a las 19h, recibimos a Ben Clark con su último poemario, Armisticio, que recoge piezas publicadas en libros de escasa difusión, revistas y fanzines en la última década. Lo edita Sloper y lo presenta Daniel Escandell.
El libro de la semana
El director. David Jiménez. Libros del K.O. Telegráficamente: El directoragota su primera edición en una semana. STOP. Envíen más. STOP. Afectados: tachen la frase “Perro no come perro” y escriban esta otra: “Te señalan la luna y miras el dedo”. STOP. Los críticos furibundos del libro están dando la razón a su autor. STOP. Involuntariamente. STOP. Seguimos haciendo palomitas. STOP. El 22 de mayo nos lo cuenta en Letras Corsarias. FIN.

Por si no te has enterado ya, este es el libro donde un exdirector del diario El Mundo cuenta la experiencia de su año en el cargo: era un corresponsal de prestigio y le contrataron para darle un vuelco a uno más de esos periódicos en decadencia, quizá el que más margen tenía –junto a El País– para decaer. ¿Qué cuenta que nos interese a los mortales no periodistas ni cercanos a la corte del poder madrileño?
Pues que La Prensa –entendiendo por este ente a las cuatro grandes cabeceras de Madrid, al menos, aunque por supuesto que hay excepciones– está absolutamente controlada por el poder político y económico, incapaz de mantener su independencia debido a su mala situación económica, provocada por la crisis de su modelo de negocio y por la mala gestión de sus directivos. Que quien tiene que controlar al poder se ha plegado a su discurso. Con entusiasmo, por lo que parece.
Puedes decir que eso ya lo sospechabas tú al ver coberturas delirantes, informaciones que son pura opinión, manipulación, el triunfo del tertulianismo a chancletazos, los dosieres y todas esas prácticas cochambrosas. Nosotros también. Pues ahora lo sabemos de buena tinta, hasta los mínimos detalles. Pocos periodistas que quisieran seguir viviendo de su trabajo lo habían dicho. Mucho menos un director de un medio así. Le están lloviendo las críticas: que si mal compañero, que si pitagorín sin coraje, que si a buenas horas… de lo gordo, de la corrupción general y sistematizada, nadie ha dicho ni pío. Como siempre aquí: cuanto más grande es la afrenta, más fácil pasa inadvertida. Un libro muy necesario.
Libros recomendados
El lugar de la espera. Sònia Hernández. Acantilado. Conocimos a Sònia con dos novelas sorprendentes, Los Pissimboni y El hombre que se creía Vicente Rojo, artefactos de una densidad inusual, donde la narración va pareja a una constante investigación sobre el lenguaje. Su nuevo libro continúa y profundiza en esa línea: una voz colectiva, un nosotros generacional, hace un ejercicio de sentirse Beckett. Personajes que son construidos: algunos se rebelan contra los resultados de esa construcción, otros esperan hacer algo que cambie el paradigma que los creó. Hemos respirado ahí un fragante y embriagador aire a Siri Hustvedt. Una novela magnífica sobre esa generación –Sònia nació en el 76, por si sirve como pista–extraviada, a la espera de una señal.

Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce. Paul B. Preciado. Anagrama . “Es como si lo ya posible se hubiera convertido en una prisión y tú en un fugitivo. Escribes entre los posibles, y al hacerlo despliegas lo que era imposible como posible”, escribe Virginie Despentes en el prólogo de esta recopilación de crónicas escritas principalmente para el diario francés Libération. Crónicas del cruce: entre Beatriz y Paul. “No soy un hombre. No soy una mujer. No soy heterosexual. No soy homosexual. No soy tampoco bisexual. Soy un disidente del sistema sexo-género”, escribe Preciado. Sus artículos hablan de cambio, de género y de mutaciones políticas y culturales. Su punto de vista siempre es revelador, afilado, siempre un poco más allá, absolutamente original. Política hecha desde el entusiasmo.
Totalidad sexual del cosmos. Juan Bonilla. Seix Barral. Bonilla recrea la vida de la artista mexicana Nahui Olin, nacida Carmen Mondragón (1893-1978) en una familia burguesa con padre militar e inventor de armas. Estancias en París, contacto con las artes… la formación de un espíritu libre que descartó los moldes que se le ponían a una mujer de su época. Hay en su mirada ese fuego en los ojos del cine mudo: gustaba de ser retratada, vestida y desnuda, reivindicando siempre su derecho a lo físico y al placer. Una personalidad fascinante, una artista y poeta total, a la que Bonilla acompaña siempre en presente, con una mirada atenta y expectante.
Al final uno también muere. Roberto Valencia. La Navaja Suiza. Hay algo poderosamente evocador en el planteamiento de la novela de Valencia: un Buenos Aires que se configura como mapa y laberinto de una narración, unos cuadernos que recogen las memorias de la familia Kleizha, alguien que investiga y reconstruye y se acaba topando con preguntas que surgen como muros: ¿qué es la muerte? ¿cuándo termina todo? Una narración que va acompañando con una sutil ironía el destino de sus personajes.

El nenúfar y la araña. Claire Legendre. Tránsito. Traductora: Laura Salas Rodríguez. “No conozco más que dos formas de darle sentido a mi vida o de hacerme creer que lo tiene: amar a alguien y escribir libros”, escribe Legendre en esta nueva entrega de Tránsito, la editorial que con más acierto está picando en la mina de la literatura autoconfesional. La autora francesa nos hace transitar por las paradojas del deseo de control: el amor, la enfermedad, el destino. De cómo la literatura, la ficción, permite ser dios mientras la vida nos conduce a inventarnos estrategias para combatir la angustia y el miedo. Otras ficciones, seguramente. Legendre escribe las suyas con brevedad, viveza, elegancia y una gran capacidad para hurgar en las heridas.
Lagunas. Sarah Hepola. Pepitas de Calabaza. Traductor: Enrique Alda. “¡Joder con Sarah Hepola!”, gritó como resumen de la fiesta de Navidad el quisquilloso jefe de redacción del periódico en el que trabajaba en Austin. Y nosotros suscribimos la afirmación. No porque hayamos conocido sus virtudes en un karaoke ni porque hayamos comprobado cómo podía convertirse en el alma de la fiesta después de unas cuantas rondas. Es por cómo lo cuenta: este es un libro de memorias sobre esa época en la que Sarah caía en la desmemoria, lagunas de realidad perdidas en sus noches de borrachera. El relato de una persona que se construyó para los otros en torno al alcohol y que ha conservado la lucidez para contarlo, con un estilo de muchos quilates literarios. ¿Podríamos decir que Sarah es al morapio lo que Chuck Klosterman al heavy de los ochenta? Vale. La colección Americalee, de Pepitas de Calabaza, nos está dando muchas alegrías.
La zanja. Andréi Platónov. Armaenia. Traductora: Marta Sánchez-Nieves. Aplaudimos el deseo de traer a nuestro idioma nuevas obras de Platónov (1899-1951), uno de los grandes de las letras rusas del siglo XX, no demasiado difundido en nuestro país. La zanja es su obra más política: un lenguaje que se retuerce, que explora claves para combatir discursos únicos, la historia de la construcción de un edificio que represente el futuro perfecto socialista. Cayó en desgracia con Stalin a partir de los años treinta y hasta la apertura de finales de los ochenta no volvieron a publicarse sus obras en Rusia. Su voz pétrea sigue se conserva sólida.
Mi pequeña guerra. Louis Paul Boon. De Conatus. Traductor: Ronald Brouwer. Aquí va un libro singular: un autor neerlandés (1912-1979), hijo de un suburbio de Aalst, reclutado para luchar en la Segunda Guerra Mundial, hecho prisionero y recluido en un campo de trabajo. A la vuelta, con su ciudad ocupada por los alemanes, vertió todo lo que había vivido en unas crónicas para un periódico que más tarde conformarían este libro, inédito en español. Se le suele comparar a Céline, en el estilo, pero seguramente Boon es más bruto: no le importan la sintaxis, ni la ortodoxia ortotipográfica ni la corrección de ningún tipo. Sus textos sobre la trastienda de la guerra son un exabrupto que resulta hipnótico de leer: vigoroso, rítmico, sorprendente a cada palabra. Rabioso, incómodo. “Da patadas a la gente hasta que tenga conciencia” era todo su ideario estético. Recibimos el puntapié con mucho gusto.

Colección 50 aniversario de Compactos Anagrama. Ya están en la calle los primeros títulos de una reedición especial de títulos de la emblemática colección de bolsillo de Anagrama, con nuevos diseños de portada. La selección está hecha por los editores y los libreros: nuestros amigos de Intempestivos eligieron uno de los primeros publicados, 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff. Nosotros hemos colaborado con La hermandad de la uva, de John Fante, que saldrá probablemente antes del verano.
De plantas y animales. Ida Vitale. Tusquets. ”Voy hacia mi límite sin modificar el hábito infantil de asombro ante el mundo que acompaña incluso a los humanos desentendidos de inútiles minucias”. Qué hermosa declaración de intenciones de Ida Vitale, una manera de estar en la vida que le permite ser permeable, curiosa: “la curiosidad une partes desvinculadas del mundo y justifica al ser humano”, escribe. En este bestiario –donde se unen lo natural y lo cultural, animales, plantas y escritores– se propone atisbar el reducto espiritual que se deposita en la naturaleza, animarnos a que volvamos la mirada atenta hacia lo que se nos ofrece. Maravilloso complemento a la poesía de la última ganadora del Premio Cervantes.
Helter Skelter. La verdadera historia de los asesinatos de Charles Manson. Vincent Bugliosi con Curt Gentry. Contra. Traductor: Gabriel Cereceda. Un psicópata llamado Charles Manson sentía que una canción de los Beatles le decía cosas especiales. Únicamente a él. Lideraba a un grupo de gente llamado La Familia, y los lideraba hasta el punto de que matarían por él. Y lo hicieron. En el verano de 1969 asesinaron a la actriz Sharon Tate –embarazada de ocho meses– y a otras seis personas. En la nevera del matrimonio LaBianca escribieron con sangre el título de aquella canción: Helter Skelter. Este libro es la historia de los crímenes que terminaron con la inocencia hippy, aquel verano del amor, en Estados Unidos. Más de ochocientas páginas escritas por el fiscal del caso con la ayuda de Gentry, un escritor de oficio. Dice Kiko Amat en el prólogo que es el mejor true crime de todos los tiempos. No sabemos si tanto, pero se devora.
Los enemigos del traductor. Elogio y vituperio del oficio. Amelia Pérez de Villar. Fórcola. Un traductor es un lector que escribe. Un escritor que lee. Pérez de Villar, además, escribe sobre el hecho de traducir y los avatares laborales en los que se desarrolla su trabajo. A través de artículos en blogs y revistas, recogidos en este libro, nos ofrece un panorama que cualquier lector debería conocer y apreciar: la manera de enfrentarse a un texto literario –cuando creatividad no es igual a imaginación– y la lucha contra la precariedad y la falta de reconocimiento a un trabajo esencial.
Esto es todo. Hasta la próxima semana.