La mesilla del lector

La mesilla del lector. Noviembre: David Diego

David Diego, médico de Urgencias, triatleta y lector metódico y voraz, es nuestro invitado de noviembre en La Mesilla del Lector. Cada mes, uno de nuestros lectores, amigos, colaboradores o conspiradores, elige diez libros de nuestro fondo. Con total libertad para seleccionar lo que estime oportuno. Nosotros los colocamos en una de las mesas debajo del ventanal de San Boal, los arropamos con una butaca mullida y observamos a ver qué pasa. La inauguramos con Domingo Hernández el mes pasado y va a convertirse en un espacio fijo de esta tu librería.

David ha seleccionado algunos libros que han marcado su manera de entender la literatura: un viaje personal. Aquí va su lista y más abajo nos entrevistamos con él para trazar su perfil lector.

Los diez libros de David Diego

Crónicas birmanas. Guy Delisle. Astiberri. La novela gráfica que inauguró mi colección. A partir de ese momento, recomiendo cualquier obra de Delisle.

Los silencios de David. Judith Vanistendael. Norma. Estoy enamorado de la delicadeza con la que la autora narra un cambio de vida, el que sufre David al enterarse de que va a ser abuelo y de que padece cáncer.

Los combates cotidianos. Manu Larcenet. Norma. Resulta muy fácil identificarse con el protagonista de este cómic, al que seguimos en ese proceso en el que estamos todos metidos: madurar.

Europa Central. William T. Vollmann. Mondadori. Uno de los grandes escritores americanos actuales, y uno de los mejores libros de este siglo. Un libro excesivo que no nos abandona después de haberlo leído.

Muestra mi cabeza al pueblo. François-Henri Désérable. Cabaret Voltaire. Diez relatos, diez personajes, de los años del Terror de la revolución francesa. Soy un gran seguidor de esta editorial.

La mesilla del lector. David Diego

El barón rampante. Italo Calvino. Siruela. El día que Cósimo se negó a comer caracoles, el día que Thoreau se retiró a Walden, el día que descubrimos que podemos defender nuestra individualidad.

Por la parte de Swann. Marcel Proust. RBA. Leído por recomendación, asusta su extensión y sus inacabables párrafos. La vida que describe parece más lejana que la Tierra Media, pero significa leer sin prisas, por el placer de leer.

Vida y destino. Vasili Grossman. Galaxia Gutenberg. El Libro, con mayúsculas, sobre el terror de la guerra. La batalla de Stalingrado como símbolo del horror y una monumental escritura que le hace justicia.

García. Pablo García Casado. Visor. Un punto de vista revelador sobre la vida corriente, la nuestra.

Historia menor de Grecia. Pedro Olalla. Acantilado. Siempre resulta sorprendente comprobar como sucesos aparentemente menores ocurridos hace siglos todavía tienen mucho que enseñarnos.

La mesilla del lector. David Diego

La literatura como viaje personal

Antonio Marcos

Dice David Diego, recordando a Cavafis, que “lo importante es el viaje”. Y la literatura es un compañero especial para compartir e inducir esa idea de movimiento. No importa cuándo empieces ni por dónde: todo el conocimiento, las historias, las ficciones, permanecen ahí, de manera silenciosa, esperándote. “Cuando tú quieras, parecen decir”, por expresarlo con las palabras de la canción La otra orilla, de Los Enemigos. “Yo me caí del caballo. Terminé el segundo de Dan Brown y me dije: pero qué hago leyendo esto”, dice David, que utiliza el término “inteligente” para definir lo que leyó a partir de ese momento : desde El enamorado de la Osa Mayor –esa apasionante mitología del contrabandista de Sergiusz Piasecki– hasta los títulos que ha elegido para la sección La Mesilla del Lector de noviembre. “Si un libro no me aporta nada, no me gusta. He elegido algunos de los que me han marcado. Se me quedan muchos fuera: los ensayos de Montaigne, Séneca, Moby Dick, No hay bestia tan feroz, Zweig”.

Trabaja como médico de Urgencias en Benavente, dentro del Complejo Asistencial de Zamora. Entre guardia y guardia, también hace sus buenos turnos en la librería: es capaz de percibir cualquier pequeño cambio en el escaparate de la Plaza de San Boal, un proceso que puede terminar introduciendo cambios en el sutil equilibrio de su pila de libros por leer. “Me gusta la novedad, siempre me ha pasado, aunque con la edad me voy serenando. Sé que un libro como Solenoide va a estar ahí toda la vida, pero me puede leer lo último, lo veo en el escaparate y ya quiero llevármelo aunque tenga mucho pendiente de leer. Intento alternar un clásico y una novedad. Pero si llega un Vollmann, lo dejo todo. Europa Central es EL libro”, dice.

Su otra gran afición es el deporte. Fue un “flipao” del baloncesto en su época escolar y practica triatlón y carreras de montaña: si ves una foto suya corriendo por los Alpes, el desierto o la Peña de Francia, que no te engañe su rostro contraído por el esfuerzo. Está disfrutando con esa mezcla de viajar, correr… y leer. “Competir, ir al refugio y descansar leyendo. Iba con un amigo y hasta entrenando hablábamos de literatura”. Esa tenacidad del corredor que se mide contra el tiempo, que se marca objetivos alcanzables y que se entrega a fondo también se contagia a su relación con la lectura: por ejemplo, meterse en cuatro días El Señor de los Anillos o casi todo Italo Calvino en poco más de un mes. “Mi padre me decía que era capaz de dejar de comer por leer. Y era cierto”. Su próxima meta/deseo/sueño: le gustaría hacer en algún momento un doctorado en filosofía.

Lee con método, su mesilla es un estante en el salón y ordena su biblioteca con un orden muy definido: “Es mi colección de recuerdos, de lo que he leído, igual que guardo los dorsales de las carreras que he hecho. Soy bastante fetichista del libro”. Ese interés permanente por lo que se cuece alrededor del libro, por su puesta en escena, le lleva de manera recurrente a las librerías de las ciudades que visita –Tronsmo en Oslo es su favorita– y a tener un ojo muy atento al diseño editorial, a valorar también el conjunto de fondo y forma a la hora de establecer afinidades electivas. “Me gusta el libro como objeto. Pálido Fuego edita bien y te descubre gente importante. Fulgencio Pimentel, el mimo en cada título, esa línea un poco outsider mainstream. Sexto Piso, Cabaret Voltaire. Y Acantilado. Podrías comprar solo libros de Acantilado y ya tendrías suficiente”. Es comprensible entonces que tres de los diez títulos de su lista sean cómics. “Crónicas birmanas fue mi primera novela gráfica, después de leer Akira o Tintín. Un cómic me gusta o por el dibujo, o por lo que transmite o por lo que aprendes”.

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