¡Buenos días, corsarios!
Nos estamos acercando a toda marcha hacia el final de la temporada muy intensa. A lo mejor ya estás de vacaciones y prefieres leer libros que correos electrónicos. Nos parece bien, mucho mejor. Aquí el goteo de nuevos títulos está parando definitivamente y es la época del año donde con más tranquilidad podemos hacer recuento de lo que hemos hecho y hacer planes para el comienzo del curso. Te tendremos informado. Recuerda que no cerramos por vacaciones: seguimos atendiéndote de 10 a 14h y de 18 a 21h de lunes a viernes y las mañanas de los sábados también de 10 a 14h.
Nuestra segunda newsletter temática de este año va sobre la realidad: sobre cómo nos la cuentan y cómo la percibimos. Habrás oído alguna vez esa frase periodística que dice “la objetividad no existe”. Estamos convencidos de eso, siempre que se cuenta una historia hay múltiples puntos de vista: interpretaciones, distintas visiones sobre los hechos, datos. Mientras apreciamos una deriva de mucho periodismo online hacia la rapidez y la búsqueda desesperada del clic, el mundo editorial se está enriqueciendo con libros que encuentran todo el espacio y la calma necesarios para hacernos llegar el contexto, los porqués, las respuestas a las preguntas que nos hacemos sobre lo que pasa.
El periodismo se pasa al libro: crónicas urgentes
Si el periodismo fuera inocuo, no habrían matado a más de cien reporteros en los últimos quince años en México, por ejemplo. En algunas de las mejores novelas de Paco Ignacio Taibo II, el fundador de la Semana Negra, el protagonista era un periodista que, cansado de estar reducido a la nada existencial, emprendía una aventura condenada al fracaso pero jugada con las mismas armas que los malos: agarraba una pistola y se vestía con metafóricos ropajes de cowboy solitario o con gabardina tipo Marlowe, harto de ser el tipo que se lleva todos los palos. Al final, su mirada ética sobre el mundo se imponía sobre su deseo de acción. El deseo del periodista siempre es contar la historia, no protagonizarla. En México, por ejemplo, si la protagonizas, es que estás muerto.
“La crisis del periodismo en el país, un periodismo en estado de coma, en la encrucijada, pantanoso, ese periodismo de la nada…”, decía Javier Valdez Cárdenas en la presentación de su libro Narcoperiodismo en marzo. “La cuota de sangre y de terror no para”, añadía. En mayo lo mataron. Estaba atando demasiados cabos, tejiendo muchos hilos entre el narcotráfico y el gobierno, estaba demostrando que se puede hacer periodismo más allá del miedo y para eso había fundado Riodoce, un semanario con casi quince años de vida. Valdez había publicado el año pasado en España Malayerba, editado por Jus. A finales de junio se encontraron los restos de Salvador Adame, otro periodista que llevaba secuestrado desde mayo. Sólo en México, ya han muerto ocho profesionales de la información este año.
“No queremos saber. Queremos, a lo sumo, informarnos –que con frecuencia es lo contrario–. Saber requiere tiempo y voluntad, la intención de entender, el compromiso de entender: saber te dificulta el recurso habitual de hacerte el tonto”, escribe Martín Caparrós en el prólogo de No somos refugiados, el libro de Agus Morales con fotografías de Anna Surinyach. A Caparrós nos lo imaginamos como en aquella situación que contaba Vázquez Montalbán: varias máquinas de escribir, cada una con un texto empezado. Ahora ya no hace falta tanta mecánica, pero el periodista argentino es tan torrencial, apasionado y analítico como el creador de Carvalho. Escuchar despacio, escribir deprisa: podría ser una buena fórmula.
“Leí. Me sorprenden personas que quieren ser periodistas y no leen: como un aprendiz de pianista que se jactara de no escuchar música. No se puede escribir sin haber leído demasiado; no se puede pensar –entender, organizar, hablar– sin haber leído demasiado. Leí. Siempre supe que tenía una sola habilidad: imito voces”, escribe Caparrós en Lacrónica (Círculo de Tiza), una recopilación de sus trabajos alrededor del mundo. Ya para conocer su lado más fabulador, tienes La Historia, una monumental novela publicada originalmente a finales de los noventa y que ahora recupera Anagrama.

Desde hace apenas un par de años, ha nacido un núcleo muy potente en torno al periodismo internacional. La revista 5W, un proyecto creado por periodistas, propone crónicas de largo recorrido, tanto en lugares donde el conflicto es más evidente como en aquellos donde está más soterrado. Agus Morales es su director y como fundadores están los autores de dos muy notables libros publicados por la colección Odiseas de la editorial Península: Mikel Ayestarán con Oriente Medio, Oriente roto (donde recorre su trayectoria como reportero a través de las historias que encontró en sus viajes) y Xavier Aldekoa con Hijos del Nilo, una mirada sobre África que va más allá de los lugares comunes por un periodista con coberturas muy recientes en el continente africano. Un tweet de ayer de Xavier: “Lo llaman daño colateral. Son inocentes muertos. Ejército Níger mata a 14 pastores al pensar que eran de Boko Haram”. Revista online, información filtrada y actualizada permanentemente por conocedores del terreno, revista en papel… y un podcast: en la última edición, un debate sobre periodismo literario con los tres autores citados en este párrafo, más Caparrós, Pilar Cebrián, Alexandra Gil y Javier Espinosa. Si quieres saber, hay por donde empezar.
El periodista Antonio Pampliega pasó diez meses secuestrado en Siria, junto a otros dos compañeros, por el grupo terrorista Frente Al Nusra. La mayor parte del tiempo lo hizo en aislamiento: sus captores consideraron que era un espía. En la oscuridad es el relato de ese confinamiento, de la desesperación y también de la esperanza por volver a ver a la familia, del agotamiento. “Agradezco a Antonio Pampliega que se haya enfrentado con tanta humildad a su secuestro y que haya escrito un diario intenso sin falsificaciones que estremece por la humanidad con la que presenta sus miedos permanentes”, escribe Gervasio Sánchez sobre el libro, “un ejemplo para darnos cuenta de lo frágiles que somos cuando todo se desmorona a nuestro alrededor y seres sin piedad se convierte en los dueños de la vida y la muerte”.
“Las herramientas para la literatura y el periodismo son las mismas: investigación, posición ética y sentido del servicio público”, decía hace unos días Jaime Abello, director de la Fundación García Márquez, sobre la manera de ver la realidad el escritor colombiano. “Escribe de lo que sabes”, parece ser que dijo Mark Twain. Con esas premisas nos llegan libros que nos permiten explicarnos el mundo desde lo local, donde quizá las transformaciones en tiempo de paz llevan un ritmo más lento que no las hace ser noticia. Pero ahí están. Los últimos. Voces de la Laponia española, de Paco Cerdá, editado por Pepitas de Calabaza, va ya por su tercera edición: un reportaje que seguramente Sergio del Molino incluiría en una hipotética revisión de La España vacía. En la misma línea, Virginia Mendoza ha escrito para Libros del K.O. Quién te cerrará los ojos. Historias de arraigo y soledad en la España rural. En la misma editorial, El mar es tu espejo, de Catalina Gayà Morlà, nos asoma al mundo desde el puerto de Barcelona: vidas de marineros varadas porque las compañías propietarias de sus barcos han quebrado, dejándolos a su suerte la mayor parte de las veces. Un pequeño observatorio local de la globalización económica.

El ascenso de Donald Trump a la cima política universal no sólo ha conseguido que se vuelva a vender como el primer día 1984, de George Orwell, sino que ha vuelto a traer sobre la mesa algunos reportajes-ensayos muy interesantes. Ya te hemos hablado algunas veces de Crónicas de la América profunda, de Joe Bageant, un sereno análisis de por qué en esa parte del país que está entre Nueva York y Los Ángeles tienen la costumbre de votar lo que más les perjudica. Sigue vigente. Ariel ha reeditado Elogiemos ahora a hombres famosos, el clásico de James Agee sobre las condiciones de vida de los arrendatarios algodoneros de la época de la gran crisis del 29. Las fotos de Walker Evans y la mirada a la vez distante y empática de Agee continúan siendo un ejemplo de cómo acercarse a la realidad sin estropearla. Cómo se hizo Donald Trump es un reportaje de David Cay Johnston, ganador del Premio Pulitzer, que cubre toda la trayectoria del multimillonario: sus inicios, sus motivaciones y sus propósitos más o menos ocultos. Exhaustivamente documentado y directo al grano. En este mismo tipo de registro, entre el periodismo y la investigación ensayística, y también en la editorial Capitan Swing encontramos Ibex 35, de Rubén Juste, cuyo subtítulo es suficientemente revelador: Una historia herética del poder en España.
Aprovechemos para volver a mencionar dos libros de la editorial Dioptrías: Sobre una montaña, de John D’Agata, y El deliro blanco, de Jacek Hugo-Bader. D’Agata se va a Las Vegas a ayudar a su madre con la mudanza y acaba escribiendo algo entre la literatura y el reportaje totalmente alucinante: residuos nucleares, suicidios y otros delitos. Hugo-Bader es un periodista polaco que decide cruzar Rusia en invierno, en coche y solo, para ver qué queda de los rescoldos del sistema soviético y hablar con los que siempre fueron sus damnificados. Te van a gustar. También en primera persona se desarrolla La noche de la pistola, en la que David Carr intenta saber qué pasó la noche en la que tocó fondo como politoxicómano y periodista. Y mucho más cerca de la autoficción está Sabina Urraca, que escribe reportajes para varios medios y en Las niñas prodigio nos sorprende con su capacidad de observación y de verse involucrada en lo que les pasa a los demás.
El periodismo no es la única manera de hacernos llegar una determinada realidad. Ni siquiera la palabra por sí sola. Últimamente nos han llegado varios buenos cómics y álbumes ilustrados que merece la pena destacar. La escuela secreta de Nasreen, de Jeanette Winter, es un álbum basado en la historia real de una niña afgana. Cuando llegaron los talibanes prohibieron toda actividad pública de las mujeres: cualquier cosa relacionada con la cultura y su independencia era mal vista o directamente castigada. Las niñas no podían ir a la escuela, pero la abuela de Nasreen se arriesga y la lleva a una reunión clandestina. Allí empezará a superar los traumas de la violencia, a saber que la resistencia es posible. Ya hemos hablado más veces de El viaje, de Francesc

a Sanna, publidado por Impedimenta: la mejor representación visual que hemos visto sobre cómo una marea negra de acontecimientos que no dependen en absoluto de ti (una guerra en este caso) es capaz de tragarse y cambiar de un momento a otro una vida tan aparentemente normal como la tuya y la mía. En esa zona de arribada de los que huyen se desarrolla el cómic La grieta, de Carlos Spottorno y Guillermo Abril, cuya estética tomada de los reportajes gráficos nos invita a preguntarnos por el origen de las representaciones que nos llegan cada día.
Para terminar, un reportaje casi antropológico. Zoológico es un álbum de Anthony Browne sobre una excursión de una familia argentina a ver a los animales. Hace calor, el padre no deja de hacer chistes malos y los niños no le ven la gracia a contemplar fieras enjauladas. Te descubres mirando como si estos personajes fueran en realidad las atracciones, percibes la tristeza de los animales cautivos, te acabas comportando como ellos. Una jornada aparentemente normal que deja un poso entre amargo y cómico. Un muy buen libro.
Esto es todo. Hasta la próxima semana.