Cristián Gómez Olivares
Letras Corsarias Librería. Viernes, 9 de octubre, a las 19.30h
El viernes, 9 de octubre, a las 19.30, el poeta chileno residente en Cleveland, Cristián Gómez Olivares, presenta en Letras Corsarias sus dos libros más recientes: La nieve es nuestra (Luces de Gálibo, 2015) y Renga (Ediciones Liliputienses, 2015). Una oportunidad difícilmente repetible de escuchar y dialogar con uno de los poetas más interesantes de la literatura hispanoamericana actual. Lo presentará Luis Arturo Guichard, poeta, profesor de la Universidad de Salamanca, donde coordina el Master de Creación Literaria.
De estos libros, el autor ha dicho: “La nieve es nuestra nació, en un principio, como una antología de algunos poemas míos. Ahí empecé a reunir poemas que más o menos me interesaban, pero al poco tiempo me di cuenta de que estaba armando un nuevo libro, y que tenía que escribir otros poemas más. Pero cuáles. Nes un libro que haya nacido con un “programa” o un “proyecto”. Pero sí empezaron a sumarse temas que me rondaban: la obra de Gordon Matta-Clark y la antiarquitectura, el vacío, la negatividad, la revisión histórica del drama chileno (que es más un drama personal mío que uno colectivo), la escritura como re-escritura, la distancia y el aislamiento como situación personal, el idioma materno como lengua extranjera. Eso, creo, es La nieve. Sobre todo un lenguaje que cree o quiere ser heredero o seguidor de Lihn, pero que recae inevitablemente en sentimentalismos que harían palidecer al master”.
“De Renga: de nuevo el tema de la escritura como re-escritura, esta vez establecido desde un principio. Cada vez más, se repiten algunos temas, como la historia chilena, la extrañeza en todas sus posibilidades, las artes marciales como forma de vida. Es, evidentemente, un libro de aire más enrarecido/crispado que La nieve, en el sentido que las peripecias formales a las que se somete el poema terminan a ratos por acabar con el poema. La carrera nuestra, de mi mujer, de todos, también cobra vida en algunos textos”.
“… siempre las echo al mar, en alguna botella
que ya esté vacía, pero todavía lleve
mi aliento, así la náufraga
lo único que tendrá como tabla
de salvación son esas uvas mezcladas
con mi garganta. Olvidé de decir
que la botella tiene que ser de vino.
Y la náufraga: por haber sido una
maldadosa, por haberse ido tan temprano
tendrá que esperarme descalza
Tendrá que caerse al agua.
Tendrá que esperarme…”.