¡Buenos días, corsarios!
No sabemos qué ha pasado esta semana pero nos hemos juntado con tres libros cuyo protagonista es el tiempo: el viaje como castigo en una distopía totalitaria y el salto atrás como un divertimento pop para ir a ver aquellos conciertos que te perdiste. Y unos relatos sobre los locos sueños temporales de Einstein mientras trabajaba en la Teoría de la Relatividad. Así que antes de que te vayas de vacaciones y recorras el espacio por tierra, mar y aire, te pedimos un poquito de tiempo para esos y otros títulos recién llegados.
Recuerda que puedes leer todas las novedades y libros destacados de la sección Infantil y Juvenil en nuestra LIJ Corsaria. Esta semana: Tic, tac… déjame un ratito más.
El libro de la semana

La mente reaccionaria. Robin Corey. Capitan Swing. Traductor: Daniel Gascón. A Robin Corey, profesor de Ciencias Políticas, le sorprendió tanto la victoria de Trump en las elecciones presidenciales de 2016 como no lo había hecho su triunfo como candidato del Partido Republicano. En 2011, en pleno ascenso del Tea Party, había publicado la primera edición de este libro, donde sostenía que el conservadurismo estaba muriendo: “Su victoria sería la fuente de su derrota”, escribía. Ahí quedaba reflejado su punto de vista sobre lo que denomina mente reaccionaria: una oposición a los logros conseguidos por las políticas emancipatorias de la izquierda, una atractivo contrarrevolucionario que a largo plazo no se sostendría.
Ahora ha renovado el libro de principio a fin: Trump ganó las elecciones y eso revela algunos factores más sobre los que no había profundizado en su primera versión. Ha dedicado más espacio a las cuestiones económicas y ha reformado su estructura para darle un carácter histórico al continuo reaccionario, desde los tiempos de la Revolución Francesa, las revoluciones bolcheviques o los movimientos emancipatorios de los años sesenta. Un ensayo muy relevante para entender las estructuras de poder en las facetas sociales y privadas.
Libros recomendados
Los sueños de Einstein. Alan Lightman. Libros Asteroide. Traductor: Andrés Barba. “La gente como nosotros, quienes creen en la física, saben que la distinción entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una ilusión obstinadamente persistente”, escribió Einstein a la familia de su amigo Michele Besso como pésame por su muerte. Y de eso va este libro, de tiempo, de la obsesión de Einstein por el tiempo mientras los dos amigos pasean por Berna, donde trabajan en la oficina de patentes. Einstein sueña con distintos mundos con distintas nociones del tiempo mientras trabaja en su Teoría General de la Relatividad, esa revolución científica condensada en una fórmula. Lightman –físico y astrónomo– demuestra una exquisita sensibilidad y una prodigiosa imaginación para hacernos viajar en pequeños relatos por las distintas concepciones del tiempo. Muy bueno.

Riesgos de los viajes en el tiempo. Joyce Carol Oates. Alfaguara. Traductor: José Luis López Muñoz. Carol Oates sigue muy en forma. Es una de esas escritoras que parece que llevan ahí desde siempre –empezó a publicar su medio centenar de novelas en los sesenta– y cuyo estilo siempre ajustado a lo que narra las hace pasar inadvertidas. Aquí recrea una sociedad totalitaria que castiga a mujeres disidentes a lugares que ya no existen, momentos del pasado en los que purgar por su conducta, delitos como Traición y Cuestionamiento de la Autoridad. La violencia del sistema siempre ha sido uno de sus grandes temas, y en esta distopía lo explicita mucho más.
Lena y Karl. Una novela. Mo Daviau. Blackie Books. Traductor: Carles Andreu. Ahí va una pregunta: si pudieras viajar en el tiempo, qué concierto te gustaría ir a ver. Es lo que se plantea Karl Bender –ex medioestrella de rock y barman muy poquito contento con su vida– cuando descubre que en su armario se ha abierto el extremo de un agujero de gusano el que puede viajar a placer por el tiempo pasado –quizá también por el futuro, quién sabe–. Su colega Wayne viaja para salvar a Lennon pero acaba por error en el año 980 y Karl busca conoce a una astrofísica llamada Lena para arreglar esa movida (ellos hablan un poco así). Frikis de la música que acaban conociendo el poder del amor en una intriga que recuerda al episodio aquel de Futurama en el que van viajando de un mundo a otro.
El membrillo de Estambul. Paolo Rumiz. Sexto Piso. Traductora: Álida Ares. Una noche de invierno en Sarajevo, a finales de los noventa, el ingeniero austriaco Maximilian von Altenberg escucha cantar a Masha Dizdarevic en una taberna. “Partió el joven a buscar/ el membrillo a la ciudad;/ tres años estuvo lejos,/ tres años, aman aman,/ ni se supo ni volvió”, decía una estrofa de “Membrillos amarillos de Estambul”, una canción que actúa como un espejo de la su fatídica relación, llena de desesperación y melancolía. “Y entonces que comience la balada,/ dejaos llevar por ella y, sobre todo,/ os lo ruego, no la llaméis poesía” escribe Rumiz. Porque eso es este libro, un romance épico y lírico, una canción de seiscientas páginas, en edición bilingüe, de una tragedia y del poder absoluto del amor con la guerra de los Balcanes de fondo. Inclasificable y potentísima.
El libro de las aguas. Eduard Limónov. Fulgencio Pimentel. Limónov ha estado en España repartiendo titulares por doquier: “Putin era un playboy”, “Puigdemont fue un gallina” o “En Europa me toman como una atracción de feria, pero soy un profeta”. Todos sus entrevistadores le conocían por el retrato que hizo Emmanuele Carrère de su figura –del que él reniega– y más como personaje que como escritor: abanderado del partido que fusiona nazismo y comunismo, mayordomo, vagabundo, opositor de Putin… Complicado enfrentarse a su obra sin adherencias. El libro de las aguas se escribió en la cárcel –enemigo del Estado fue su sentencia– antes de que viera la luz la obra de Carrére e incluye armas y mujeres en altas dosis. Un resumen de sus primeros sesenta años de vida. Y ahí sigue.

2007. Kobi Ovadia. Reservoir Books. Traductores: Roser Lluch y Ayeleth Nirpaz. Que la portada de un libro como este luzca una pegatina con el texto “El autor más odiado de Israel” nos plantea algunas preguntas: ¿qué tal funcionará el odio como argumento de venta? ¿No se atrevieron a poner “El Houellebecq de Israel”? Más allá de eso, 2007 nos ha recordado bastante al francés: un sentido de la provocación, el retrato de una sociedad que se precipita al vacío a fuerza de vaciarse, personajes marcados a fuego por su pasado, el sexo radical, el fanatismo, la idea de una redención… Sharón Young es un personaje que si no fuera tan dramático recordaría un poco al Bruno de Sacha Baron-Cohen, un esclavo de la fama y de la aceptación de los demás. Hace sesiones de sado online para esclavos hasta que ocurren cosas que le obligan a buscar la luz. Quizá más perturbadora de lo que pudiera parecer a simple vista.
Fin. Mi lucha: 6. Karl Ove Knausgård. Anagrama. Traductores: Lorenzo Asunción y Kirsti Baggethun. Bien, el título ya es lo suficientemente explícito y si eres seguidor de esta saga literaria que empezó con La muerte del padre seguro que quieres saber cómo termina. “Violación verbal” es el título del correo electrónico que su tío Gunnar le envía justo antes de salir el primer libro, cuando todo está preparado para su lanzamiento y anuncia que le demandará si se publica. Knausgård vuelve al principio para averiguar la relación entre memoria y honestidad, la relación entre las palabras y la construcción de la identidad, siempre con ese estilo que le ha reportado miles de seguidores.
El frío de la muerte. John Connolly. Tusquets. Traductor: Vicente Campos González. “Le dolían hasta los dientes. Una vez, le castañetearon con tal fuerza que perdió una corona”, escribe Connolly de su criatura más querida, Charlie Parker, el atormentado detective con nombre de atormentado músico. El autor irlandés siempre sitúa sus historias en lugares inhóspitos, donde hace tanto frío se te queda dentro para siempre, donde reina el mal de una manera que está a punto de escapar de lo humano para abrazar lo sobrenatural. A Parker le salen las cosas regular, acaba baqueteado y se enfrenta a grandes abominaciones con la ayuda de sus amigos Louis y Angel, dos de los secundarios más carismáticos de puedas leer. Y aquí tienes otra de sus historias.
Visionarias. Josep M. Catalá. Sans Soleil. “Me interesa tan sólo acompañar mi reflexión sobre las imágenes visionarias de un profundo alegato a favor de una nueva realidad femenina que nos saque del callejón sin salida a la que nos ha llevado un capitalismo de corte patriarcal en la actualidad completamente desquiciado”, escribe Catalá en el prólogo de ese ensayo. Además de adentrarnos en la capacidad visionaria de cinco mujeres –las pintoras Leonora Carrington y Remedios Varo, la fotógrafa Grete Stern y las religiosas Hildegarda de Bingen y Teresa de Ávila–, el autor busca aportar una pista para buscar un nuevo sistema de pensamiento que no termina de llegar después de la ruptura cultural introducida por las últimas tecnologías. Catalá es un especialista en cultura visual y este ensayo es riguroso, imaginativo y abrumadoramente atractivo.
Olvida mi nombre. Zerocalcare. Reservoir Books. Traductor: Carlos Mayor. “Es como un trueque. Das un trocito de algo tuyo a cambio de seguridad, de comodidad. Pero, trocito a trocito, ¿cuánto estás dispuesto a ceder para sentirte a salvo? Y, sobre todo, ¿tienes claro que lo que cedes te pertenece solo a ti?” A eso se le va a llamar crecer. El autor de La profecía del armadillo rebusca los últimos coletazos de su infancia cuando muere su abuela, una mujer que le llevaba al zoo todos los lunes y de la que ignoraba unas cuantas cosas. El autor italiano vuelve a demostrar un enorme dominio del ritmo narrativo, unos diálogos fulgurantes y un dibujo que mezcla lo inverosímil con lo efectivo. Un gran cómic sobre el salto generacional.
Esto es todo. Hasta la próxima semana.
La imagen superior es obra de la pintora Remedios Varo, estudiada en el libro Visionarias.